miércoles, enero 09, 2013

La vida, de vez en cuando, te da sorpresas...

Esta mañana, después de muchos meses sin salir a hacer la calle* he ido a una visita. (*hacer la calle en argot comercial, es salir a visitar a los clientes, para que nadie lo malinterprete).

Ayer llamaron de una empresa, que querían rotular una flota de vehículos, unos rótulos para la nave industrial, una lona enorme, etc...

Este tipo de llamadas no podía resolverse por teléfono o por correo electrónico, es de visita presencial.

Hablando con el chico, me dice que es una empresa de distribución de material sanitario, etc... yo le digo que había estado en el ramo y mi marido también está en el sector del transporte...

La empresa está a tomar viento, casi a 40 km de mi casa y a 60 km de mi trabajo.

Ni corta ni perezosa, le digo a mi jefe que me iba de visita, que a esto había que ir.

Esta mañana, he puesto todos mis sentidos en la visita, más que nada porque a veces me ha pasado que tengo que hacer alguna entrega a primera hora y como ya no voy a visitar, mi coche lleva el piloto automático y me voy directamente al trabajo en vez de a entregar lo que tenía que entregar, generando que tengo que ir después, más gasto de combustible y más kilometraje.

Me dejé ayer la libreta y el metro en el asiento del copiloto para no olvidarme y menos mal que no me he olvidado y he llegado al sitio.

Cuando he llegado a la visita, me he encontrado en una nave industrial enorme en un polígono desolado, desierto;muchas naves industriales pero se veía poco movimientos de coches y tráfico. 

Como no he visto carteles con el nombre de la calle y no estaba muy segura de que había llegado correctamente al sitio, he llamado al cliente para que me indicara.

Llego al sitio, aparco, entro en la nave y solo veo muelles donde atracan los camiones y no veo la entrada a la empresa. Voy a dar la vuelta por detrás de la nave por si, por aquello de las casualidades, la entrada está por detrás. Pero solo veo coches aparcados y ninguna puerta. 

Nada más entrar, vi unos camiones a los que les faltaban los vinilos pero el adhesivo no engaña y leo el nombre de una empresa que me suena y el corazón me da un vuelco. Aunque no estoy del todo segura.

Cuando llego por fin a la puerta de entrada a la empresa me encuentro el cliente que me ha llamado por teléfono, una chica y un chico. Y cuando veo a la chica el corazón acaba de darme el vuelco por completo y se me llena de alegría.

Resulta que era una jefa que tuve hace 15 años y resulta que esa era su empresa, solo que han tenido la suerte de venderla a unos inversores y ella y su marido, mis ex jefes, estarán de gestores durante dos años.

Hemos estado hablando un montón, luego he visto al jefe y a la chica que entró cuando yo me fui, con la que tenía muy buen rollo.

Nos hemos puesto al día, nos hemos pegado unas risas y hemos llegado a la conclusión de que no puedes hacer nada malo porque el destino es muy caprichoso a veces y hay unas personas que te las vas encontrando a lo largo de tu vida en diferentes ocasiones.

Su niño, al que yo le hacía el cola - cao cada tarde cuando venía de la guarde, tenía 2 años ¡y ya tiene 17! y la última vez que me los encontré en el Corte Inglés, tenían una bebita en cochecito y ya tiene 8 años...

La verdad es que ha sido una alegría hacer 72 km hoy para encontrarme con esta sorpresa que me tenía deparada el Universo hoy para mi, por que es que justamente hace un par de semanas me acordé de ellos. ¡Esto acojona!






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